Ahora que el presidente estadunidense habló de inmigrantes de países indeseables (“hoyos de mierda,” los llamó) estar en México (no mencionado por Trump), percibirlo desde dentro, hablar con gente de la calle, familiares y amigos, ver periódicos, revistas o televisión, encuentro una sociedad preocupada, aturdida y abrumada por diversos problemas, crecientemente pesimista por su realidad y futuro incierto, en un año de elección presidencial con políticos y partidos altamente corruptos y poco confiables.
En las celebraciones de año nuevo pocos expresaban la euforia y optimismo usual, y los buenos deseos tradicionales eran invariablemente acompañados de frases de incertidumbre y desesperanza: “Feliz año… a ver cómo nos va,” “ojalá se acaben los problemas,” “quién sabe qué pase” y así por el estilo. Sólo en televisión comercial o entre los pocos ricos y privilegiados se escuchaban grandes deseos, felicidad y alborozo.
El país cerró con el año enfrentando violencia generalizada, mayormente del crimen organizado con los cárteles de la droga, pero también de quienes los combaten en una guerra declarada por el anterior presidente Felipe Calderón (del PAN), pero seguida por Peña Nieto, con el ejército, la marina y la policía federal en las calles, sustituyendo a las débiles policías estatales y locales. El balance ha sido un incremento de violencia y criminalidad con ejecuciones, torturas, secuestros, robos, asaltos, cobros ilegales por protección o derecho de piso, tráfico humano de migrantes, venta de niños y niñas y mujeres como prostitutas y altos niveles de corrupción de las fuerzas del orden, con los cárteles comprando cuerpos de policía enteros y autoridades municipales, estatales y federales, incluyendo alcaldes y gobernadores, jueces y buena parte del sistema judicial. La alternativa puede ser la muerte.
Las enormes deficiencias del aparato de justicia, su falta de profesionalismo e ilegalidad tienen sin resolver 98 por ciento de los casos, creando un alto grado de impunidad. Esto promueve el crimen, pues quien trafica drogas, roba o secuestra sabe que no enfrentará consecuencias. Sólo se castiga a delincuentes menores, sin dinero para un abogado o comprar su libertad, o gente pobre acusada por delitos que no cometió, como indígenas o líderes sociales de causas justas. La justicia sólo sirve a los poderosos que pueden comprarla, como capos del narcotráfico o políticos corruptos, quienes aún perseguidos, suelen salir bien librados.
Los últimos meses del 2017 fueron para definir a los aspirantes a la presidencia, aunque dos de los tres principales estaban ya decididos: Andrés Manuel López Obrador, fundador y presidente del nuevo partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), quien contenderá por tercera ocasión, y Ricardo Anaya, el joven y ambicioso presidente del Partido Acción Nacional (PAN), que aprovechando su puesto sacó de la jugada a otros posibles contendientes de su partido. El tercero sería el aspirante del gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI), elegido al viejo estilo del PRI que gobernó México por 70 años, por decisión del presidente en turno.
Enrique Peña Nieto, con el nivel más bajo de popularidad como presidente desde que esto se mide, optó por alguien que no representara a un PRI calificado como corrupto y promotor de opacidad y simulación. El elegido fue José Antonio Meade, alto burócrata en importantes secretarías de estado de este gobierno y el anterior, que nunca perteneció a ningún partido ni fue elegido a puesto político alguno. Esto y su preparación y eficacia técnica le dan un aura de honestidad.
Por meses ha habido encuestas sobre preferencias de posibles candidatos lideradas por López Obrador. Las más recientes lo muestran a la cabeza, seguido por Anaya a varios puntos y Meade mucho más atrás. Como sus partidos hicieron coaliciones con partidos menores, cada presunto candidato representa a tres partidos. Además, por primera vez habrá candidatos independientes, a quienes se exigió recolectar cientos de miles de firmas en al menos 17 estados diferentes. Aunque algunos ya recabaron las firmas, ninguno las obtuvo en los 17 estados. Hay tres independientes con posibilidades, pero muy bajas.
Desde que López Obrador perdió por un cuestionable 0.05% en 2006 ante Felipe Calderón, se desató una guerra sucia en su contra, comparándolo con Hugo Chávez de Venezuela y diciendo que es un peligro para México. Su tendencia de centro izquierda no es bien vista por Estados Unidos, que con frecuencia juega un importante papel—secreto o abierto—en elecciones presidenciales no sólo en México, sino en Latinoamérica. El PRI ya empezó la guerra sucia contra él y usará todo tipo de artimañas para comprar votos y volcar el millonario presupuesto social gubernamental para su candidato Meade.
La gente duda de casi todos los políticos, pues parecen querer el poder sólo para su beneficio personal, y junto a tanta violencia y criminalidad se muestra cauta y temerosa. Hay incertidumbre y un temor real o infundado por el futuro y se aconseja no salir ni viajar de noche o a ciertos lugares, cerrar bien las puertas y desconfiar de extraños, hasta por teléfono.
Victor Reyes is a teacher, translator and native of Puebla, Mexico with decades-long ties to the Light. He lives in Cotati. An English translation of this column will appear in an upcoming edition.