Religiosamente, como cada año y con la debida anticipación, recibí el sobre por correo con las inequívocas características del Departamento de Vehículos Motorizados (o DMV), con la factura para pagar el registro anual de mi automóvil. El pago, mayor cada año, puede hacerse con un cheque al DMV en persona o por correo, en el sobre que viene convenientemente con la factura o, si se prefiere, por la magia instantánea del internet, entrando a la página web del DMV y siguiendo ligas y claves para pagar el registro con tarjeta de crédito.
Este modo de pago parece el más atractivo, pues su inmediatez ahorra tiempo y esfuerzo; no hay que usar cheque, meterlo al sobre, ponerle un timbre ni ir al correo. Sin embargo, en la parte del sitio web donde dice “pagar,” agregan una cuota extra por tal comodidad. Siempre caigo en esa trampa, y para no gastar más, termino pagando por correo. Así, puse mi cheque y el talón del DMV en el sobre con mes y medio antes de la fecha límite, para evitar la multa por retraso. Ahora, sólo quedaba esperar unas semanas para recibir el nuevo registro y la pequeña calcomanía para la placa posterior del auto indicando el año de expiración del registro: “2019,” y olvidarse del tema.
Mas cuando llegaba la fecha límite para pagar, aún no recibía el registro. Así que abrí el sitio web del DMV y, ¡oh sorpresa! no había señal de mi pago. Supuse que mi cheque se había perdido en el correo (no sería la primera vez). Como no había tiempo para mandar otro pago ni tenía el talón del DMV que viene con la factura, quise hacer una cita en el DMV por internet; pero me la daban después de la fecha límite y tendría que pagar la multa. La solución fue pagar en la AAA, ahorrándome horas en las oficinas del DMV sin tener cita. En sólo 10 minutos, pagué y obtuve el registro y la calcomanía. ¡Uf, asunto arreglado!
Como en seguida tenía que ir al banco, ahí me aconsejaron cancelar el cheque perdido para el DMV, y evitar un posible mal uso. Así, consideré saldado el enredo del registro anual de mi coche. Pero unas semanas después, recibí otro sobre del DMV con un hermoso cheque por la cantidad del pago del registro y una atenta carta de disculpa por cobrarme dos veces. ¡Oh no! mi cheque cancelado finalmente sí fue cobrado por el DMV y ahora tenía que aclarar el malentendido. Obviamente, no se había perdido, sino extraviado por algunas semanas mientras yo pagaba otras vez en la AAA.
Una solución, pensé, era no cobrar el cheque o mejor devolverlo y aclarar las cosas, para lo cual tendría que ir al DMV, de preferencia haciendo una cita, lo que había querido evitar desde el principio. Busqué en su sitio web si podía aclarar el problema ahí, pero no existía opción que aplicara a mi original situación ni citas para ello. Pensando en qué hacer (no había hecho nada malo y el enredo ya me parecía kafkiano) se pasaron dos semanas. Demasiado tiempo, pues pronto recibí una amenazadora e intimidante carta del DMV.
Se me reprendía por pagar con un cheque sin fondos y me conminaban a pagar de inmediato el registro vehicular, más la multa por hacerlo tardíamente, so pena de ver afectado mi crédito y ser perseguido por una compañía recolectora para deudores morosos. No mencionaban que al mismo tiempo ya hubiera pagado en la AAA y tuviera recibo, registro anual y hasta la calcomanía en la placa trasera de mi auto. El pago debía hacerse sólo con “money order,” cheque certificado o bancario, y de ninguna manera con cheque personal, tarjeta de crédito o electrónicamente.
Apenas había digerido la carta y lo ridículo de la situación, cuando recibí otra carta del DMV idéntica a la anterior, para asegurarse que recibiera el mensaje y pagara cuanto antes. Me preguntaba qué pasaría si me paraba un policía y descubría mi presunta y confusa falta; o si, como mi cheque perdido en el correo (¿o en el DMV?) por unas semanas, también el cheque y la amable carta del DMV, o las amenazantes que llegaron después, también se extraviaban.
Aprovechando un día que me levanté temprano, me presenté en el DMV de Petaluma, sin cita y con el registro y los papeles que comprobaban mi pago, las cartas del DMV y su hermoso cheque ya sin validez alguna. Tuve que esperar casi dos horas, y cuando traté de explicar a la amable empleada mi situación y ella pareció no encontrar una buena explicación en su computadora; me pidió el cheque, se metió a consultar o ver de qué se trataba tan singular caso, regresó a los cinco minutos, me ofreció una breve disculpa diciendo que todo estaba en orden, sin darme una explicación cuando se la pregunté y me dio los buenos días. “Next!”
Victor Reyes is a writer, translator and native of Puebla, Mexico who lives in Cotati.