La dependencia de México con Estados Unidos (EU), en mayor o menor grado, ha existido siempre. Se incrementó al final de los años 80, cuando el presidente Carlos Salinas de Gortari, del dominante Partido Revolucionario Institucional (PRI), hizo reformas económicas, privatizando los activos del estado y firmando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAM) o NAFTA con Estados Unidos y Canadá, entrando así al mundo de la globalización.

Al entrar en vigor NAFTA el 1 de enero de 1994, estalló la rebelión zapatista de indígenas en Chiapas sorprendiendo a Salinas, al país y al mundo. Para diciembre de ese año, al nuevo presidente Ernesto Zedillo, del PRI, se le desplomó la economía heredada por Salinas, la que fue salvada con un rescate multimillonario de emergencia por una orden ejecutiva del presidente Bill Clinton. En 2000 fue electo Vicente Fox, del conservador Partido Acción Nacional (PAN), primer presidente en 71 años que no era del PRI.

Fox y su sucesor Felipe Calderón, también del PAN, aumentaron la dependencia mexicana a la economía estadunidense, llegando a 80 por ciento las exportaciones al vecino del norte, con petróleo y todo tipo de productos y manufacturas. Aunque México sufrió con el resto el mundo la crisis bursátil e hipotecaria de EU en 2008, la recuperación lograda por Obama hizo que el gobierno mexicano se enorgulleciera del acierto de estar enganchado a la economía norteamericana, mientras la caída económica de la Unión Europea y China, afectaba a Brasil y a otras economías emergentes, pero no a la mexicana.

La dependencia mexicana con EU abarca también el mercado negro de drogas al principal consumidor del mundo, y el de armas norteamericanas a los violentos cárteles mexicanos y otros grupos delincuenciales, enfrascados en la demente y cada vez más violenta guerra contra las drogas lanzada por el presidente Calderón para legitimar su muy cuestionada elección en 2006. Además está la dependencia laboral de los millones de inmigrantes indocumentados y las remesas multimillonarias que envían a México. Aunque todo esto beneficia también a EU. 

Enrique Peña Nieto, con un impresionante inicio de gobierno en 2012 y las reformas estructurales que lo llevaron a ser nombrado estadista mundial del año y salvador de México, apostó su resto a la dependencia con EU. Pero no contaba con la baja del precio del petróleo, el incremento de la violencia, criminalidad, inseguridad e impunidad, la enorme corrupción de gobernadores y autoridades de todo tipo y de todos los partidos, incluida la del propio Peña y su familia, y la percepción de fracaso y desencanto colectivo que lo tienen con el más bajo nivel de aprobación para un presidente desde que existe esta medición: sólo 25 por ciento.

Pero con lo que menos contaba era con la elección de Trump. Lo invitó cuando candidato a una visita extraña, inexplicable y criticada por todos, tras la cual Trump declaró que México pagaría por el muro fronterizo, luego de una negación de Peña cuando su invitado ya había partido. Quiso congraciarse sin lograrlo con Hillary Clinton, pues era la favorita, pero ahora se encuentra con que otra vez hay que lidiar con Trump, y con su triunfo ahora resulta que ha apostado mal en su dependencia económica, pues el nuevo presidente de EU puede cumplir sus promesas de campaña contra México y los mexicanos en EU. 

Parece estar decidido a cancelar o desmantelar NAFTA, con lo que ambos países perderían, aunque México mucho más que EU. Puede construir el muro fronterizo y hacer que se pague con parte de las remesas u otros impuestos a mexicanos, y puede deportar a mucho más de ellos que los 800 mil de Obama, empezando por los que tengan algún problema legal grande o pequeño, y hacerle la vida imposible a muchos inmigrantes más, como los que ahora ya sufren angustiados por la incertidumbre de su futuro no sólo aquí, sino en caso de llegar a un México que no está preparado para recibirlos. Con esto la dependencia se vuelve ahora más un riesgo que un motivo de seguridad y orgullo gubernamental.

Sin embargo, Peña y su equipo no parecen tener un plan definido para enfrentar la situación que se avecina. Con sólo dos años más de gobierno, el último de los cuales se dedicará a la elección presidencial y a cubrirse por posibles acusaciones de corrupción, el margen de maniobra para defender y proteger a mexicanos en EU y/o recibirlos en su país se ve reducido. La economía se contrae cada vez más, el peso se sigue devaluando contra el dólar, el endeudamiento alcanza ya el 50 por ciento del producto interno bruto y la inversión extranjera cae.

Ante la evidente falta de visión del presidente mexicano, críticos y especialistas sugieren replantear muchas de las reformas que ahora se perciben inadecuadas ante el cambio en la política económica y migratoria del nuevo ocupante de la Casa Blanca a partir de enero de 2017.

 

Victor Reyes is a writer, teacher, translator and native of Puebla, Mexico with decades-old ties to the Light. An English translation of this column will appear in an upcoming edition.