El pasado viernes 13 de septiembre hubo una celebración por la independencia de México en Point Reyes Station, organizada por el Latino Photography Project de la Gallery Route One. Aunque fecha oficial es el día 16, cuando hay un gran desfile militar en la ciudad de México, pero la fiesta popular principal ocurre la noche del 15 en el zócalo. Desde el balcón central del Palacio Nacional y ante una gran muchedumbre, el Presidente repite el Grito de Independencia que diera en 1810 el cura Miguel Hidalgo en el pequeño pueblo de Dolores, tañendo la misma campana con que Hidalgo llamó al pueblo a iniciar lucha que concluyera hasta 1821, cuando España concedió la independencia a muchas de sus colonias americanas. En cada ciudad y pueblo el gobernador o alcalde repite el ritual en cada plaza mayor y, en todo el país, la gente ve el Grito por televisión en familia—aquí también, por los canales en español—celebrando con comida típica, música y expresiones nacionalistas de todo tipo.
Celebrar fiestas de otros países en una fecha distinta a la real es una costumbre gringa, que elije la noche de viernes o un fin de semana cercano, para que nadie deje de trabajar. Así ocurre con el 5 de Mayo, que casi nunca se celebra ese día aunque su nombre sea la fecha misma, o esta vez la independencia mexicana la noche del 13 y no el 16 o el 15. A 200 años de distancia, pocos recuerdan que el territorio colonial español que devino en México independiente abarcaba también California, Nevada, Utah, Arizona, Nuevo México, Texas y partes de Colorado y Wyoming. Es irónico pensar que mientras en México celebran ahora esa independencia, aquí lo hacen como algo ajeno o acaso como graciosa concesión a los inmigrantes mexicanos. Celebran la independencia el 4 de Julio, aunque estos estados nunca fueran colonias inglesas, como Hawái u otras posesiones norteamericanas.
Y es que hoy son parte de Estados Unidos. Para saber por qué, es necesario repasar la historia de la expansión que hizo de este país el más poderoso del mundo. Cada 13 de septiembre, México conmemora la gesta heroica de los Niños Héroes, seis cadetes adolescentes que en 1847 murieron defendiendo a su país en el Castillo de Chapultepec de la ciudad de México, negándose a rendirse ante el ejército invasor norteamericano, tras la orden del general Nicolás Bravo de entregar la fortaleza. La leyenda cuenta que Juan Escutia, uno de ellos, se envolvió en la bandera mexicana y se tiró al vacío, evitando que fuera tomada por las tropas comandadas por el General Windfield Scott.
La guerra entre Estados Unidos y México de 1846 a 1848, culminó con la derrota mexicana y la venta forzada de casi la mitad de su territorio por 15 millones de dólares. Estados Unidos en realidad quería expandirse al Pacífico y cubrir los dos océanos. Su meta era California, por la que ofreció 30 millones de dólares. Los otros estados eran menos importantes, pero indispensables para llegar por ferrocarril a la costa oeste. Ante la negativa, reclamó a México que reconociera al Río Grande como frontera limítrofe con Texas, y no el Río Nueces, más al norte. Texas se había independizado de México poco antes, y de inmediato anexado a Estados Unidos, por su importancia agrícola, algodonera en particular. Se declaró la guerra y las tropas del general Scott tomaron el puerto de Veracruz a sangre y fuego, avanzando a la ciudad de México, donde atacaron el Castillo de Chapultepec, entonces academia militar, y uno de los bastiones mexicanos. Tras su triunfo, arrasaron la ciudad.
México era entonces un país joven, empobrecido y desorganizado. Su hombre fuerte era el general Antonio López de Santa Anna, excéntrico, narcisista y con aires de dictador. Héroe y villano –en 12 años fue presidente 11 veces–, esta vez sus errores militares precipitaron la derrota. Este episodio tiene una importancia capital no sólo en la expansión mundial estadunidense, sino en la historia de vecindad entre México y Estados Unidos, inevitable y desigual hasta la fecha, con la debilidad de uno frente a la fortaleza del otro.
Ese viernes 13, en la celebración del Dance Palace, me acerqué a José León—cuando presentara a su excelente grupo salsero de adolescentes “Futuro Picante Band”—y dijera que también ese día México recordaba a los Niños Héroes de Chapultepec. En vez de eso, me dio el micrófono, viéndome así obligado a explicar a los pocos gringos y latinos presentes la ironía de que el mismo día que México conmemora la derrota ante Estados Unidos y la pérdida de la mitad de su territorio, en un pueblo apartado de California se celebrara la independencia de México, y que esto se hiciera en uno de los territorios entonces perdidos. Una doble contradicción que nadie tomó en cuenta y que habla, una vez más, de la inevitable y enorme distancia cultural entre mexicanos y gringos aquí, en nuestro querido y contradictorio West Marín, a pesar de las buenas intenciones.
Victor Reyes is a Sonoma-based translator, language teacher and writer, and a native of Puebla, Mexico, with decades-old ties to the Light. An English version of this column will be printed in next week’s edition.