El modelo de la televisión comercial en español tiene ya una larga historia, siempre siguiendo y adaptando las pautas estadunidenses en cuanto a estilo, técnica y contenidos; desde su nacimiento a principios de los años 50 en México, pasando a su expansión comercial como el medio de comunicación más importante desplazando a la radio—aunque de manera unidireccional, sin opinión del público—hasta su consolidación cuasi monopólica, según los intereses de los poderosos en cada país, y ahora con cable, digitalización e internet.
Su aportación original más notable quizá sean las telenovelas mexicanas, exportadas ahora a decenas de países. Nacieron del teatro, pero en vez de tres actos, se les ocurrió presentarlas por episodios de lunes a viernes. Evolucionaron rápidamente, con base en un melodrama simple y previsible, que dejaba algo pendiente al final de cada episodio durante un par de meses, hasta la creación de la primera gran telenovela de larga duración en 1969: “Simplemente María”—curiosamente no mexicana, sino peruana—que, con sus ¡dos años de transmisión! marcó la pauta de un nuevo estilo de conquista del gran público latinoamericano y eventualmente mundial, pasando del horario vespertino al “prime time” nocturno.
Aquí, con el creciente número de inmigrantes latinos, mexicanos en su mayoría, la televisión en español nació y se adecuó al mismo modelo, bajo control de la televisión mexicana. Pero pronto se topó con las regulaciones estadunidenses que impidieron su monopolización. Aún así, las dos cadenas resultantes, en su crecimiento exponencial, siguieron nutriéndose del modelo mexicano y transmitiendo mayormente su contenido. La principal cadena es Univisión, que domina el mercado y en julio pasado, supero por primera vez en audiencia a las “big four” norteamericanas. Y aunque ya no es mexicana, el grupo Televisa—con la mayor TV del mundo en español y en México—nuevamente tiene acciones en Univisión y sigue influyendo en ella.
Los latinos aquí ven más televisión que cualquier otro grupo, haciéndose más manipulables y aislándose del mundo dominante en inglés. Muchos con cable o satélite ya pueden ver canales de su país, retroalimentando su nostalgia. Aunque las dos cadenas dominantes (Univisión y Telemundo) ya no pertenecen a grupos latinos, dependen mucho de la TV mexicana en contenidos y línea editorial, aunque tienen los suyos propios, pues la dinámica política entre latinos poderosos de este país es diferente. Los polos televisivos en ambas cadenas y otras menores están en Los Ángeles (mexicanos) y Miami (cubanos conservadores), con Nueva York y Chicago y otras capitales en menor medida. En ellas influyen también pequeños grupos de sudamericanos o españoles educados de clase media, que resienten lo que perciben como excesos hacia lo y los mexicanos.
Cada grupo vela por sus intereses, mezclados con los de Televisa, que sirvió al gobierno del PRI mexicano por décadas y que ahora está de vuelta. Los cubanos de Miami tienden a ser republicanos; los mexicanos de Los Ángeles más liberales; pero promueven poco la opinión y el pensamiento críticos y libres, concentrándose en el entretenimiento bobo, simplista y fácil, aún más que en México y Latinoamérica, pues aunque los inmigrantes latinos aquí tiene mayor poder adquisitivo y consumen más, su ignorancia en temas y asuntos en español es mayor que en sus países de origen pues ya no viven ahí y, al no entender inglés, desconocen la realidad del país donde ahora viven.
El resultado es el menos deseable para muchos de estos latinos que sólo hablan español, en un mundo a la vez extraño y familiar, con programación televisiva (variedades, noticias, deportes, concursos, telenovelas, películas y demás) y anuncios que a todas horas promueven el consumismo, la sexualización de mujeres y personas como objetos, sin importar la edad; el machismo y el abuso y dominio de hombres sobre mujeres y niños; el sexismo, la homofobia, la religiosidad mágica e irracional, la idealización del mundo latino sobre cualquier otro, la división étnica y por naciones y la promoción de valores confusos y contradictorios, incluyendo la violencia y el consumo de alcohol y drogas.
Aprovechando y promoviendo la ignorancia y los perjuicios de estas personas vulnerables, se transmiten infomerciales en horarios tempranos y tardíos que promueven productos engañosos para curar cualquier cosa, aprender inglés, bajar de peso, aumentar el deseo sexual y la erección, conquistar al ser amado, obtener protección contra todo mal con amuletos, medallas y objetos milagrosos y un sin fin de estafas de todo tipo, además de los usuales productos de cocina o adminículos para lo que sea. ¡Que viva la tele!
Victor Reyes is a Sonoma-based translator, language teacher and writer, and a native of Puebla, Mexico, with decades-old ties to the Point Reyes Light. An English language version of this column will be printed in next week’s edition.