Hace 17 años los mexicanos creyeron que finalmente accedían a una verdadera democracia, cuando eligieron a un presidente de un partido distinto al que los había gobernado por 71 años bajo una sofisticada simulación democrática. Por primera vez, un instituto ciudadano electoral independiente se hizo cargo de la elección y conteo de votos y, para sorpresa de todos, que dudaban que el dominante Partido Revolucionario Institucional (PRI) lo permitiría, ganó Vicente Fox, del derechista Partido Acción Nacional (PAN).
Desde entonces y por casi tres administraciones, la ilusión de democracia se ha ido desvaneciendo. Fox prometió grandes cambios y redujo el autoritarismo presidencial, pero retomó la estructura corrupta y burocratica del viejo PRI. A pesar del fracaso, para 2006 ganó nuevamente el PAN. Felipe Calderón obtuvo una dudosa victoria de 0.5 por ciento sobre el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), al cual las encuesta daban ganador. La democracia falló, pues incluso al antes independiente instituto electoral ciudadano los partidos le impusieron miembros partidistas en 2004, corrompiendo así la naciente democracia electoral.
La decepción de los regímenes de Fox y Calderón fue tal, que resurgió el viejo PRI con un nuevo caudillo, el joven gobernador del estado de México Enrique Peña Nieto, lanzando una agresiva campaña de medios que lo promovió desde cinco años antes de la elección de 2012, con dinero sucio de gobernadores del PRI, liberados del yugo presidencial desde tiempos de Fox. Peña ganó prometiendo grandes cambios, un nuevo PRI democrático y moderno que con candidatos jóvenes como él, ganaban gubernaturas estatales.
A cinco años de distancia y luego del fracaso de las reformas estructurales al inicio de su gobierno, un incremento de la corrupción a todo nivel con muchos de esos prometedores gobernadores del PRI y otros partidos arrestados o acusados de enormes desvíos de recursos para beneficio personal, familiar o grupal, una continua violencia ligada a la guerra contra el narco iniciada por Calderón y violaciones constantes a los derechos humanos, las posibilidades para las elecciones de 2018 se inclinan otra vez para López Obrador, ahora con su Movimiento de Regeneración Nacional hecho partido: Morena.
El desencanto con la democracia aumentó hace unas semanas, tras las elecciones para gobernadores en Coahuila, el estado de México (tierra de Peña y su grupo político) y Nayarit, donde el PRI volvió a sus viejas prácticas de manipulación, cooptación y compra del voto, inyectando recursos públicos y dinero ilegal desde el gobierno federal, con nuevas y viejas artimañas. Morena y su candidata Delfina Gómez eran favoritos para quitar el poder al PRI en el estado de México, pero perdieron por escaso margen. En Coahuila, las ilegalidades fueron mayores con el PRI alzándose con un triunfo muy dudoso, dejando sólo Nayarit para la oposición.
Ante tan flagrante falta de escrúpulos con trampas por parte del PRI y el gobierno de Peña, se espera lo peor para las elecciones presidenciales del 2018. Aunque el PRI tiene pocas posibilidades de triunfo, pues el presidente Peña tiene niveles de popularidad muy bajos, las del PAN y el PRD tampoco son altas. Por ello están pensando formar coaliciones para enfrentar en grupo al favorito López Obrador y su partido Morena. Para muchos, sin embargo, López Obrador ha perdido credibilidad, acusándolo de mesiánico, necio, poco claro y manipular a los miembros y candidatos de Morena, como a Delfina Gómez en el estado de México.
Así, la limitada aunque pretenciosa democracia mexicana enfrenta una seria crisis de credibilidad, con partidos políticos y sus miembros buscando el poder a cualquier costo, no para beneficio de la gente, sino para controlar dinero, hacer negocios turbios y robar lo más que puedan, aliándose incluso al crimen organizado u otros grupos oscuros, siempre con un discurso de simulación engañoso e hipócrita.
Para colmo, un reciente artículo del New York Times reporta que el gobierno mexicano ha espiado a periodistas críticos, defensores de derechos humanos y grupos anticorrupción que de algún modo se oponen o critican acciones del gobierno de Peña Nieto, a través de un caro y sofisticado programa de spyware israelí llamado Pegasus. Éste se instala con mensajes engañosos en los teléfonos inteligentes de los espiados y sólo se vende a gobiernos para espiar a criminales. El gobierno sacó un breve comunicado negando tal uso, mientras que la noticia de primera plana obtuvo la crítica unánime de todas las voces a todos los niveles.
Peña negó que su administración espíe, a pesar de que tres agencias del gobierno son las únicas que han comprado el programa, se quejó de que hasta él se siente espiado, ordenó una investigación y luego pidió ayuda internacional. Mientras, su gobierno dice que todo marcha de maravilla y que hace su mejor esfuerzo para el progreso del país; pero la realidad con altos índices de corrupción, violencia, impunidad, injusticia y desigualdad lo contradice y pone la pretendida democracia mexicana en cada vez mayor riesgo.
Victor Reyes is a writer, translator and native of Puebla, Mexico, with decades-old ties to the Light. An English translation will appear in an upcoming edition.