Como otros inmigrantes llegados a este país, su meta es trabajar en cualquier actividad posible: agricultura, fábricas, ranchos, restaurantes, tiendas, limpiando casas o negocios, cuidando niños, arreglando jardines, en construcción y arreglo de casas y edificios y trabajos que requieran poca especialización. Viven primero donde pueden, bajo puentes, con parientes, paisanos o amigos, en rincones o cuartos de casas o departamentos—o en el trabajo, como los ranchos. Al progresar consiguen su propio lugar en grupo o solos y luego con la familia que vayan trayendo. Estos familiares son inmigrantes que llegan para reunirse con los primeros como sus cónyuges, hijos o padres, sin prioridad para trabajar.
Las tendencias migratorias de los nacidos en México han cambiado con el tiempo. Si en 1970 ya eran un millón, ahora suman 11.4 millones, aunque desde de la crisis económica de 2007-08 llegan menos y, con las crecientes deportaciones, su número ya no varía, pues quienes entran son tantos como los que salen. Sus efectos demográficos han sido importantes: de casi 52 millones de latinos, 33.7 millones se declaran mexicanos, nacidos o no aquí, un 66%. Su crecimiento más importantes ocurrió en las dos últimas décadas, aunque pocos parecieron percatarse de ello. En West Marín llegaron inicialmente como trabajadores de ranchos a finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo pasado.
Sus hijos abarrotan las escuelas y se les puede ver ya en puestos bajos en áreas de servicios, bancos u otros negocios, a menudo porque son hijos de inmigrantes, nacidos y/o educados aquí y hablan inglés. Pocos tienen puestos gerenciales o negocios propios, pero siguen avanzando. Casi no hay negocio de servicios sin su mano de obra simple, eficiente y barata. Suelen ser fieles, no quejarse ni exigir derechos, no necesariamente por estar satisfechos con las condiciones laborales. Duran mucho en el trabajo, pero con el tiempo pueden surgir conflictos, malentendidos y contradicciones culturales, como resentirse por no saber quejarse, tener una actitud servil o desconocer leyes y el sistema locales. He traducido conversaciones entre empleados y empleadores y presenciado muchas de esas situaciones.
Algunos lograron regularizar su situación migratoria, especialmente con la amnistía de 1985-86, o son ciudadanos nacidos aquí; pero otros no, como hijos nacidos en México o quienes llegaron después y esperan ansiosos una reforma migratoria todavía muy nebulosa. Aún entre los regularizados, menos de la mitad han obtenido la ciudadanía, colocándose en una situación frágil, pues la residencia permanente puede serles revocada y ser deportados.
Sin permiso para residir y trabajar aquí (o aún con él), el temor a ser deportados y sus familias divididas, es la mayor aflicción de estos inmigrantes. A pesar de diversos programas informativos de radio y televisión sobre consejos migratorios de abogados y expertos, existe enorme ignorancia sobre el tema, privando una gran incertidumbre. Pocos atinan a saber lo que pasa en Washington o Sacramento, y lo que impera son rumores de todo tipo, tanto sobre una inminente reforma migratoria y regularización que beneficie a todos, como que pronto habrá redadas policiacas que saquen a todos los inmigrantes del país.
La situación en el congreso y la debilidad política de Obama y su partido, poco abonan para dar certidumbre sobre un tema que continúa complicándose conforme pasan meses y años. Los partidarios y grupos pro-inmigrantes que pugnan por la reforma y los abogados de inmigración, se muestran entre precavidos y escépticos, aconsejando a los desesperados inmigrantes mantenerse cautos y calmados, seguir trabajando, evitar el uso de documentos falsos, conducir sin licencia o cualquier situación ilegal que ponga en riesgo su posible y futura regularización migratoria, aunque ahora sea políticamente incierta.
Para colmo, con la crisis económica que aún padecemos, los latinos experimentan uno de los índices de desempleo más altos entre minorías étnicas. Su nivel de educación también es de los más bajos y sus perspectivas de desarrollo individual y grupal se estancan. Los políticos y grupos conservadores en todo el país siguen culpándolos de los males colectivos y surgen nuevas regiones que, como en Arizona, promulgan leyes populistas que persiguen y cierran las puertas para vivir y trabajar a estos hombres, mujeres y a sus familias, ignorando la regla de que, buena parte del crecimiento económico se debe a la mano de obra de los inmigrantes.
Para 2014 no parece que las cosas vayan a cambiar mucho al respecto con los políticos en Washington. Mucho menos con el gobierno mexicano—no importa del partido que sea—pues, a excepción de la doble ciudadanía otorgada en 1998, poco ayuda a sus paisanos aquí y prefiere seguir expulsándolos como escape a la pobreza y violencia crecientes, para que manden remesas, y marginándolos cuando regresan.
Victor Reyes is a translator, teacher, writer and native of Puebla, Mexico with decades-old ties to the Light. An English-language version of this column will appear in next week’s edition.