Una amiga gringa me contaba
candorosa lo bien que la había pasado en Monterrey, México, invitada por una familia que cuenta con servicios y bienestar para vivir como aquí. Sus hijos van a la universidad, tienen tres coches y les encantan las cosas de este país, al que vienen con frecuencia. Me dijo que esa ciudad es casi como aquí; así que le extraña que haya mexicanos que quieran venir a trabajar, si allá tienen todo lo que hay aquí.    

Se considera como normal la influencia e interacción entre regiones y países del mundo; así ha ocurrido con todos los grupos humanos a través de la historia. Aunque en el mundo de hoy hay un país que por ser el más desarrollado y rico del planeta influye y tiende a dar la pauta a casi todos los demás sobre una gran diversidad de cosas, actividades y formas de hacer, ver y pensar el mundo y la vida: Estados Unidos.

La historia muestra cómo las ideas surgidas de la Revolución Francesa inspiraron a los independentistas de las colonias americanas, para luchar contra el yugo europeo; aunque ya como naciones independientes, poco han podido hacer para librarse de la dependencia económica de los países más ricos, principalmente por falta de recursos. Siguen económica e ideológicamente colonizados.

Como país independiente, Estados Unidos no siguió esta regla, pues de ser colonia británica, pronto se convirtió en una potencia que rebasó a los mismos europeos, no sólo para sustituirlos en el concierto mundial, sino para convertirse eventualmente en el único país hegemónico y dominante en los últimos años, tras ganar la “Guerra Fría” con la caída del bloque soviético. 

Así, no hay país, región o grupo que ose oponerse a los designios cuasi-imperiales de Estados Unidos, no importa que tan buenos o malos sean, pues posee el ejército más poderoso y el armamento más sofisticado del planeta. Muchos países inocentes han pagado por cruzarse en el camino hegemónico estadunidense. La lista es larga. Otros, con sus ataques y provocaciones a la superpotencia, poco se han librado de la superioridad política, económica y de su poder más destructivo.

Estados Unidos ha desarrollado una de las sociedades más ricas y sofisticadas de la historia universal. De este país han surgido miles de inventos de todo tipo, para bien y para mal; desde medicinas y vacunas para salvar vidas, hasta mortíferas bombas de destrucción masiva y planetaria, junto a todo lo imaginable para mayor confort y el bienestar, desde teléfonos y automóviles a computadoras e internet, sin ignorar el consumismo excesivo, aunque vital para la sobrevivencia del sistema económico reinante.

Su ventaja es tal, que pocos en el mundo ignoran estas cosas, al tiempo que las admiran, desean y envidian. El avance tecnológico le da a este país un increíble dominio sobre los demás, y la influencia del estilo de vida alcanzado, se hace presente en casi todos los rincones del planeta, aunque ese bienestar no se refleje en la mayoría que sigue sufriendo pobreza y dependencia.

En el México de mi amiga, considerado entre las primeras 15 economías del mundo, existen áreas donde se vive con sofisticación y riqueza similares a las del condado de Marín, aunque más de la mitad de sus 120 millones de habitantes vivan en pobreza, lo que explica en parte el fenómeno migratorio. El desarrollo tecnológico es prácticamente inexistente y poco se promueve. Se depende de la inversión extranjera y las exportaciones a EE.UU. Así que, ningún presidente mexicano ha podido revertir estas asimetrías.

Según muchos expertos, Estados Unidos necesita de los países subdesarrollados para obtener recursos y mano de obra baratos y aquí podamos vivir bien. Para que los países ricos lo sean, necesitan de los países pobres. Una ecuación difícil de ver y entender cuando se tiene la ventaja de vivir en el norte y ser turista en otro país ignorando su realidad, aun siendo bueno y honesto; aunque haya que lidiar con inmigrantes venidos de esa pobreza incomprensible.

Hay una larga y creciente lista de cosas que este país exporta al mundo como costumbres y modas gracias a su desarrollo, influencia y poder: películas, series de televisión, ropa, música buena y mala, Santa Claus y el árbol navideño—aunque en Sudamérica sea verano y necesiten pinos y chimeneas de cartón con nieve artificial—múltiples premios, como los Oscar cinematográficos, estilos arquitectónicos, tiendas y formas para vender y comprar y muchísimo más, aunque poco o nada tenga que ver con la cultura local a donde llegan.

Con el tiempo, algunos países han adoptado el Halloween. En México lo rebautizaron “Día de Brujas.” Hacen fiestas de disfraces, algunas escuelas disfrazan a los niños y en barrios ricos los ponen a pedir dulces. Aunque casi todo lo creado en este país se integra a los demás que quieren parecérsele, hay una celebración que no pueden reproducir: el Thanksgiving o Día de Acción de Gracias, pues es una fiesta familiar única aquí y en Canadá.

 

Victor Reyes is a translator, teacher, writer and native of Puebla, Mexico with decades-old ties to the Light. An English language version of this column will appear in an upcoming edition.