Maestros, consejeros y personas que tratan con familias latinas se preguntan por qué muchos niños prefieren hablar inglés aunque sus padres inmigrantes les hablen en español. Les recomiendan insistir, con la esperanza de que no pierdan su idioma y sean bilingües. Sin embargo, lo hablan menos, deteriorándose hasta que la tercera generación ya no lo habla más.  

Según el Pew Research Center, los hogares latinos que hablan español han disminuido de 80% en 2008 a 66% hoy; mientras aquellos que hablan inglés han aumentado de 20% a 34% en el mismo periodo. 40 millones de personas hablan español en Estados Unidos, siendo el idioma más hablado después del inglés. La influencia de los latinos (mitad de México y mitad de otros países “hispanos”) es vital para el país. Las estaciones de radio y TV en español han crecido exponencialmente en 25 años, a menudo superando en “rating” a sus contrapartes en inglés.

Lo contrario ocurre con escritos y publicaciones en español y sus posibles lectores. De más de 100 periódicos en español registrados en California, la mayoría son mensuales y duran poco, contienen mayormente anuncios, refritos de noticias y una gramática lamentable. Sólo unos pocos son verdaderamente profesionales. Una revisión en las bibliotecas del acervo en español y los libros solicitados por posibles lectores, reflejan poco interés. Hay pocos libros en español en librerías y su demanda es mínima. Los letreros y anuncios en español, mayormente traducciones defectuosas del inglés, normalmente están plagados de errores.

En general y con excepciones, el español hablado y escrito en EU no puede competir en calidad con el de los países hispanohablantes, donde todos los estratos sociales lo hablan, y casi todos lo leen y escriben. Aquí no. Se prefiere pensar que los latinos hablan y escriben bien y leen tanto como cualquiera, aunque sólo una minoría pueda hacerlo. Por eso recomiendan a padres que lean y hablen a sus hijos en español para ser bilingües funcionales, pero eso es poco realista considerando su bajo nivel educativo, falta de vocabulario, que las escuelas educan en inglés y hay pocos programas bilingües efectivos.

Muchas escuelas bilingües hacen su mejor esfuerzo, pero con recursos materiales y humanos limitados no pueden realizar integralmente su labor. Sus planes y escritos parten del inglés, idioma de muchos maestros y administrativos que crecieron hablándolo y estudiaron español más tarde en high school o college. Otros se criaron hablando español, pero no lo estudiaron formalmente hasta después. Así, su español suele ser limitado e imperfecto, con traducciones muy literales, inexactas y con errores sintácticos y gramaticales. El inglés impera y el español no puede competirle con su cuestionable calidad, quedando socialmente relegado.

Abundan traducciones para compañías telefónicas, de cable e internet, electricidad, bancos y negocios cuyos clientes hablan español. Las hay también en hospitales, clínicas y departamentos y agencias del gobierno federal, estatal y local, con calidades diversas, aunque casi todas resultan cuestionables. Han mejorado en años recientes, pero todavía contienen errores, desde los leves hasta los muy graves.

Hay que preguntarse por qué, con tantos errores, casi no existan quejas o cuestionamientos de los hispanohablantes a quienes van dirigidas estas traducciones y escritos. La explicación es la misma; una inmensa mayoría con bajo nivel educativo no sabe leer o no acostumbra hacerlo regularmente y, con vocabulario limitado, no puede entender ni juzgar la calidad de escritos que perciben sofisticados e inentendibles. Son analfabetos funcionales.

He interpretado y traducido en inmigración, escuelas, clínicas, cortes, agencias gubernamentales y privadas y muchos otros lugares y situaciones, y casi todos los latinos no pueden entender bien lo que traduzco, no sólo porque su inglés es limitado, sino porque su español también lo es y lo traducido sobrepasa su capacidad de comprensión del tema. Entienden lo simple y más obvio, pero el vocabulario formal de los sistemas educativo, legal, médico, bancario, electoral y demás, parece resultarles difícil e incomprensible. Más que traducirles, habría que explicarles, a veces desde lo más básico. A menudo sólo asientan con la cabeza o levantan los hombros resignados.

Se desvanece así el mito de la década de 1990, cuando se creía que con el gran incremento de inmigrantes latinos y el avance del español en California, para 2020 este idioma igualaría y eventualmente rebasaría al inglés. Cuando preguntaba a mis alumnos por qué querían estudiar español, esa era la razón más recurrente. No ha sido así. Mientras el idioma de estos inmigrantes no se hable como el inglés, que domina formal e informalmente todos los estratos sociales, económicos y políticos en California y el país, el español seguirá siendo secundario, coloquial, limitado, salpicado de anglicismos y equívocos en palabras y expresiones, con errores sintácticos, defectuoso, decadente y rechazado hasta por sus hablantes más jóvenes, que intuyen y notan la diferencia, prefiriendo el dominante y más desarrollado inglés en California y el país.