Entre los inmigrantes que ya tienen un buen tiempo de estar aquí ya no es novedad; para los recién llegados, en cambio, puede resultar algo totalmente nuevo y, a veces, hasta confuso. Cada fin de noviembre todos en este país celebran una fiesta familiar con características especiales que sólo son comparables con las de la noche de Navidad o, quizá, a la del año nuevo. Se trata de la celebración del Día de Acción de Gracias, conocida en inglés como Thanksgiving o, como se ha españolizado aquí, tensgivin o, simplemente, el “Día del Pavo.”
La razón de esa novedad obedece a un motivo singular. Se trata quizá de una de las pocas, si no es que de la única celebración tradicional de Estados Unidos—la más importante—que no ha traspasado fronteras y penetrado al resto del mundo como otras. El Halloween, por ejemplo, que en México, aún sin niños disfrazados pidiendo dulces al grito de “trick and treat”, se fusiona con el Día de Muertos; o la Navidad, con sus ya universales características anglosajonas del arbolito con colgajos y luces, los obligados regalos, la nieve que no existe ahí en diciembre y la icónica figura de Santa Claus, que convive sin problemas con el Niño Jesús; y hasta las uvas, brindis con champaña y buenos deseos del año nuevo. Sin mencionar tradiciones deportivas totalmente gringas ya casi universales, como el superbowl y su parafernalia del espectáculo de medio tiempo (copiado en eventos deportivos como Olimpiadas y el Mundial de futbol), la serie mundial de beisbol o los play offs de la NBA. Algo más allá de la globalización.
Cuando les he preguntado acerca del significado del Thanksgiving, muchos latinos han aventurado respuestas dispares—pues desconocen su origen—aunque casi siempre creen que es una fiesta religiosa, pues hay que dar gracias a Dios, nunca saben exactamente por qué: por la vida, por los favores recibidos, por un año más, porque alivió a la mamá, al tío o la abuelita y así al infinito. La verdad es que la celebración da pie a la confusión, por su origen poco claro y por la forma en que se celebra. No hay nada similar en países latinos.
Se trata de una reunión familiar anual, con una gran comida en abundantes cantidades, siempre con pavo y otras viandas tradicionales que lo acompañan y que inicia a media tarde y a la que se puede invitar a familiares o amigos y, cuando no se cuenta con nadie, entonces se puede ir a alguna celebración pública, patrocinada por un grupo comunitario o iglesia, de ahí parte de la confusión entre inmigrantes.
Las agencias de servicios sociales y de caridad ayudan a esa confusión. Un inmigrante recién llegado en esta temporada no acaba de desempacar cuando ya le están ofreciendo comida y hasta pavo, para que celebre el día con su familia, la tenga o no, o vaya a una celebración comunitaria. La naturaleza de la fiesta, que promueve la unión, el amor y el agradecimiento mutuos entre los seres queridos a través de tamaña comilona, pone a los inmigrantes en la mejor disposición para unirse a los festejos.
Pasar esta celebración un año basta para que casi todos los inmigrantes ya la celebren como propia, sin importar que no puedan recordar algo similar en sus lugares de origen. Hay algunos que de plano la confunden con la fiesta patronal de su pueblo y me han llegado a afirmar que en ciertos lugares de México, se celebra con una misa solemne y que después se organiza una comida para todos. La realidad es que esta celebración simplemente no existe en otros países.
Tengo amigos o conocidos latinos que ya se aprestan a preparase para la comida del “tensgivin”, pero, a diferencia de las familias gringas, muchos lo van a hacer con platillos y alimentos propios. Así, he visto junto al pavo o en su lugar, pollo o puerco, tamales, pupusas, tortillas, atole, pozole, moles de diversas facturas y un sinfín de platillos y postres típicos de los muchos países y regiones de donde son oriundos los nuevos celebrantes. La hora tampoco importa mucho. Para celebrar cualquier hora es buena; se puede empezar a medio día o tarde, en la noche, con una cena similar a la que tendrán un mes después, cuando llegue la Navidad.
Yo también tuve que ajustarme a esta celebración. Recuerdo mis primeros años aquí yendo a cenas de Thaksgiving, cuando nadie sabía decirme la razón por la cual se celebraba tan profusamente y con tanta comida y a una hora diferente. Al final, me di cuenta que el origen era lo de menos. Lo más importante es seguir una tradición que para muchos representa el único motivo que tienen durante el año para convivir en familia y mostrarse agradecimiento, cariño y el afecto que les han robado el mudarse a otro lugar, el trabajo, las obligaciones y las ocupaciones múltiples de la vida moderna.
Victor Reyes is a Sonoma County-based translator, language teacher and writer, and a native of Puebla, Mexico. An English version of this column will be printed in next week’s edition.