Las expresiones de superioridad e inferioridad de un grupo humano con respecto a otro con base en las características étnicas o raciales que los diferencian, parecen haber acompañado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Diferentes momentos de la historia conocida en todos los continentes nos muestra innumerables ejemplos, muchos de los cuales aún perduran hasta hoy.

Casi siempre ocurre cuando un grupo se impone y domina a otro por conquista o invasión y/o por razones económicas y sociales e incluso religiosas, incluyendo esclavitud y tráfico humano, cuando grupos de personas son llevadas a otros lugares contra su voluntad para ser explotadas. Las secuelas pueden perdurar mucho tiempo, como ocurre aquí con negros e inmigrantes, en especial latinos, o con los grupos indígenas originarios en todo el continente.

El tema viene a cuento gracias a los recientes y conocidos eventos en Charlottesville, Virginia, y las infortunadas declaraciones del presidente Trump, lo que indica que el racismo en este país está más vivo de lo que parecía, con grupos de supremacistas y nacionalistas  blancos, nazis, fascistas y de extrema derecha y del Ku klux Klan, con presencia discreta hasta antes de sentirse respaldados por el actual presidente, además de sus comentarios antiinmigrantes, que han sembrando el odio y la discriminación que los caracterizan.

Pero la realidad discriminatoria actual es mucho más amplia, extendiéndose a otros lugares menos reconocidos, como América Latina. La conquista española y portuguesa en las Américas, tras varios siglos de discriminación racial y social, originalmente contra indios locales y negros traídos de África y luego contra sus descendientes directos o mezclados y aquellos nacidos de españoles y mujeres de estos grupos y las diversas mezclas raciales, resultó en lo que tenemos ahora, con al menos cuatro grupos que se discriminan verticalmente en este orden: blancos, mestizos, negros e indios.

La evidente dominación económica, ideológica y social de una minoría blanca privilegiada, hacia los demás grupos raciales en los países latinoamericanos, atraviesa todo el espectro social y la vida diaria. Se expresa en charlas y comentarios serios y banales, chistes y dichos, actitudes y sentido común. Se ve en todo tipo de publicidad, cine y principalmente televisión, donde muestran que ahí no hay lugar para caras oscuras, pues hasta los actores que las representan en telenovelas en papeles de pobres o sirvientes, a menudo son blancos disfrazados o actores secundarios de piel oscura. Los presentadores de noticias y otros programa destacados, en especial mujeres, siempre son blancos.

Así, la mujer común quiere blanquearse la cara y pintarse el pelo de rubio o un tono claro y, como las negras en este país, las afrolatinoamericanas se planchan el pelo para eliminar su rizado original. Todos quieren aparentar que algo de blanco tienen, para pretender mejor presencia física y/o mayor aceptación social, aunque los blancos representen una minoría que en casi todos los países no pasa del 10 por ciento. Esto ocurre tan “natural” e inconscientemente, que incluso hay quienes niegan que tal discriminación racial exista. 

En la región de Los Altos del estado mexicano de Jalisco, a diferencia del resto del país, existió la costumbre entre los españoles llegados después de la conquista, de evitar casarse con indígenas, judíos o no católicos, “manteniendo la pureza racial” durante casi 250 años, reduciéndose un poco tras la independencia (1821) y la Revolución (1910). El resultado salta a la vista de cualquier visitante. La población blanca y rubia ahí es notoria y sobrepasa por mucho el promedio nacional del 10 por ciento.

En un país que venera como superiores a los blancos descendientes de europeos, los oriundos de Los Altos de Jalisco sienten orgullo por su color y origen, considerando a sus mujeres las más hermosas de México. Pero también es una de las regiones mexicanas con larga tradición migratoria a Estados Unidos, así que las partes a donde han emigrado hay mexicanos blancos en su mayoría; como aquí, en West Marín, donde empezaron a llegar a finales de los 60 de Jalostotitlán y alrededores. Muchos de ellos son de tez blanca y ojos claros.

La discriminación racial en México, basada en la supuesta superioridad blanca, está lejos de desaparecer. Por eso se reproduce también aquí entre los inmigrantes, traslapada con la que sufren también como extranjeros. Existen casos en que mexicanos blancos discriminan contra otros inmigrantes de piel oscura; lo he visto y escuchado ni más ni menos que aquí, en West Marín, entre chicos descendientes de inmigrantes de Jalostotitlán contra otros, cuyos padres de piel oscura vinieron de otras regiones de México.

También lo he visto en otros lugares como San Rafael, entre centroamericanos de piel clara, no exactamente blancos, contra mexicanos de piel más oscura. Puede parecer contradictorio, pero es importante que, al igual que se les informa y defiende como inmigrantes, habría que informarles también sobre los efectos negativos de la discriminación racial.

 

Victor Reyes is a translator and writer with decades-long ties to West Marin.